BETTE NESMITH GRAHAM, LA INVENTORA DEL  TIPEX (I)

Bette no era mujer que veía el mundo de una sola forma, tenía un mundo de color en su cabeza. Siempre fue una niña muy creativa con las pinturas en las manos, creando un mundo fantasioso a su alrededor donde refugiarse. Su madre fue una artista que le dio a Bette clases de pintura al óleo.
De mayor empezó a trabajar en un banco como mecanógrafa y no era de las buenas. El sueldo no le daba para las dos y en su tiempo libre realizaba trabajos extras como pintar las ventanas de los bancos, diseñar membretes y otras cosas relacionadas con las artes. Era divorciada y tenía un hijo que sacar adelante y un día decidió decorar las ventanas del banco de dibujos de colores ante el panorama gris de oficina que la rodeaba. Quería un toque distinto a ese mundo, un refugio donde escaparse de vez en cuando, cuando tenía una montonera de papel que transcribir o cuando el jefe de turno le exigía en demasía. Un buen día la obligaron a usar un modelo de máquina de escribir nuevo que tenía teclas sensibles y una cinta de carbón en lugar de una de tela. Los errores se acumulaban por todo el papel y, cuando intentó usar un borrador, la tinta de carbón se corría por toda la página con lo cual era peor el remedio que la enfermedad. La máquina era un dolor de cabeza para ella.
Un día se dio cuenta que cuando un artista rotula, nunca corrige sus errores borrando, sino que siempre pinta encima del error. Así que decidió usar lo que los artistas usan. Se le ocurrió poner un poco de pintura de agua en una licuadora de su casa, la vertía en frascos de esmalte para uñas así hasta quedarse de madrugada llenando botellitas y la llevaba a su oficina y así corregir sus errores. De esa forma gastaría menos papel y vueltas a empezar una y otra vez con la máquina maldita.
Este pequeño invento le sirvió a Bette corregir durante cinco años errores, en secreto. Ocultaba los botes en el escritorio y solo lo aplicaba a escondidas cuando debía evitar el escrutinio del típico jefe criticón. No le contó a nadie de las primeras botellas. Lo curioso del caso es que, a pesar de la regañina de los jefes por usar el invento, sus compañeros se fueron enteraron y la mezcla fue llegando a casi todos los escritorios y gabinetes.
Participo con este microrrelato, como #polidivulgador , en la iniciativa @hypatiacafe para el mes de Febrero sobre #PVCienciayMujer

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